Y es que hay que ser muy corto de miras para no darse cuenta de que, cuando llegas a lo más alto, es porque has pisado muchas cabezas por el camino. No paramos de escuchar alabanzas al gran Bill en los medios de comunicación, en muchas páginas web, o en los discursos de muchos políticos estadounidenses.
Lo que no se airea tanto son sus prácticas monopolistas y mafiosas a lo largo de toda su carrera empresarial. La compañía opera bajo el lema de “Adoptar, extender y extinguir”. Microsoft inicialmente adopta un estándar o producto, para después producir versiones de sus productos incompatibles con el estándar, que termina extinguiéndose e impide a la competencia utilizar la nueva versión del producto.
En 1992, más de 8500 personas que trabajaban para Microsoft denunciaron la temporalidad de los contratos pese a realizar las mismas tareas que los empleados de plantilla. Microsoft zanjó la demanda mediante el pago de 93 millones de dólares. La contratación temporal sigue siendo la norma a día de hoy.
En Estados Unidos, en 1998, Microsoft fue acusada y condenada por monopolizar el mercado y por llevar a cabo prácticas empresariales que no dejaban alternativa a los consumidores. Una de estas prácticas consistía en obligar a los fabricantes de ordenadores a instalar Windows en todos sus nuevos productos. Pese a la condena, esta práctica sigue siendo habitual.
En 2004, la Unión Europea multó a Microsoft por abuso de posición dominante en el mercado. También es conocida la implicación de Microsoft en el sistema estatal de censura chino, además de su participación en el programa de espionaje a gran escala Prism, de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense.
Ya como filántropo profesional, Bill Gates es conocido por su apoyo financiero a varias supuestas ONG, que en realidad son empresas criticadas por perpetuar la pobreza en varios países, por contaminar sus territorios y por beneficiar a empresas farmacéuticas que no ofrecen sus productos en dichos países.
No somos nada, pero Bill Gates sí lo es. Y es aquí donde reside nuestra fuerza: dañar su imagen pública es un buen vector de ataque para que paremos de endiosar a un personaje que se sigue lucrando de dudosos contratos con administraciones de todo tipo, que mantiene el monopolio de su sistema operativo en los ordenadores nuevos, o cuya empresa crece comprando a la competencia, o la echa abajo con envenenadas prácticas empresariales.
No alimentes las arcas de Microsoft, y no te creas las loas a Bill Gates… porque sin privacidad, ¡no hay libertad!
En el “sangriento” programa de este mes: